Llevaba tiempo dándole vueltas a esta idea. Pensando y repensando acerca de lo que suponía para mi compromiso. Valorando esto y aquello pero… Ya lo tengo claro. Tras mi paso por el curso “Dolor y Género” de la UCM gracias a una beca concedida por la Sociedad Española del Dolor, lo he visto clarísimo: hay que crear una nueva profesión convenientemente remunerada. Activista a tiempo completo, que cuente con un horario laboral flexible que haga posible la conciliación y con disponibilidad para realizar traslados.
En mi caso, la causa encomendada al activista sería la sensibilización acerca del dolor crónico femenino y la lucha por más recursos e investigación. Que haga presión en las instituciones en ocasiones. Me planteo también si una causa puede defenderse profesionalmente de la misma manera que se lucha cuando es TU causa a todos los niveles… Eso hace que aún no tenga definidos del todo los detalles de la oferta de empleo.
Es más, necesito un activista que tenga un cuerpo no defectuoso que dé de sí, que llegue allí donde mi cuerpo (un cuerpo disidente, disfuncional, enfermo, neuroatípico, despersonalizado, violentado por las instituciones médicas y políticas, olvidado y feminista) no llega. Por supuesto, tendría que ser una mujer, porque hombres y mujeres pertenecemos a culturas de salud diferentes, sentimos y percibimos el dolor de manera diferente, sufrimos por parte de las instituciones sanitarias, políticas y socioeconómicas un trato afectado por el sesgo de género y recibimos un apoyo familiar y social diferente condicionado por roles de género y siglos y siglos de historia. Mi activista no estaría representando MI CAUSA sin ser mujer.
Y es que he regresado del curso teniendo muy claro que como paciente tengo que hacer MÁS. Por supuesto, la paciente tiene que ser estrictamente disciplinada con el autocuidado, la gestión del sueño, el cumplimiento del tratamiento, el cuidado de su salud mental y su entorno de confianza. Yo añado: tiene que dar voz a su causa en cada ocasión que le sea posible, desde las redes sociales hasta las quedadas informales con familias y amigos o la cena de navidad. Pero me he dado cuenta de que aún hay que hacer MÁS. Tengo que hacer MÁS. Tengo que hacer TODO lo que sea necesario. Y tengo que hacerlo todo el tiempo. Y es imposible pero tremendamente urgente y necesario que lo haga, que haga TODO y YA para defender mi causa. No sólo se trata de exigir que los médicos, las instituciones médicas y politicosociales hagan MÁS, que lo hagan TODO y YA, sino que también las pacientes debemos asumir ese compromiso como propio, con la misma firmeza y beligerancia con la que se lo reclamamos a ellas.
Y ahí es donde viene mi problema y el planteamiento de la oferta de trabajo: puedo hacer un poco más, pero no puedo hacer MÁS MÁS y TODO y YA, porque mi cuerpo me lo imposibilita. Tiene límites muy precisos. Hay reuniones y manifestaciones a las que no puedo acudir porque el dolor impide que mi cuerpo se desplace. Hay días que no soy persona, el dolor me anula y me borra y desaparezco… Por eso intento focalizarme -los días que el dolor me permite ser persona- en mi compromiso de ser VOZ, en la sensibilización. Pero no es suficiente. Tiene que ser MÁS. Y como soy consciente de que debo hacer más y de que mi situación no es única sino que muchas estamos sometidas a la dictadura de nuestros cuerpos, propongo crear esta profesión de activista a tiempo completo con jornada flexible compatible con la conciliación y convenientemente remunerada. Que aportáramos fondos entre algunas en función de nuestras posibilidades (que estar enferma es súper caro y poder tomar tu tratamiento completo y acudir a otros médicos todo un LUJO) para pagar su salario y pagar las cuotas correspondientes a la Seguridad Social. Por supuesto, prestaríamos atención a que sus condiciones laborales fueran las adecuadas y nos comprometeríamos a no explotarlo nunca jamás de los jamases. Prometeríamos ser las mejores empleadoras posibles. Así sería activista POR NOSOTRAS. Llegaría allí donde nosotras no podemos, donde no contamos con la posibilidad de ir o hacer porque nuestra salud nos lo impide.
Al fin y al cabo, Bruselas está lleno de lobbistas pagados por las grandes corporaciones para que luchen por sus intereses. ¿Es que acaso nuestros intereses (más recursos, más investigación, más escucha activa…) no merecen ser igualmente defendidos? ¿Es que acaso no necesitamos presionar a las instituciones (nosotras contaríamos con motivos éticos y estaríamos defendiendo un asunto de estado, porque el dolor crónico es un problema de salud pública)? Yo creo que sí. Y de ahí esta propuesta de oferta de empleo.