Si hay algo que tengo claro en lo relativo a mi identidad es que, en primer lugar, soy mujer, después, feminista y luego, activista por el dolor de las mujeres. Y ser MIAS, Mujer Informadora como Agente de Salud, ha reforzado toda mi identidad y me ha vuelto a empoderar en todas mis facetas. Eso también ha hecho remontar mi autoestima, que mi autopercepción llevaba algo escacharrada unos meses y, sobre todo, me ha recordado que gran parte de mi estado de salud está en mis manos y la necesidad de no cesar en mi labor de activismo a través de las redes sociales para reclamar una sociedad más apta para nosotras.
La necesidad de autocuidado, una máxima que nos dejó como legado de primerísima urgencia la activista feminista negra y lesbiana Audre Lorde, es una de las máximas que esta sociedad nos hace más difíciles con sus múltiples exigencias, estereotipos y roles atribuidos a nuestra condición de “mujer”, teniendo claro que éste es un constructo social (Judith Butler) decide aceptar o no, independiente del sexo con el que una nazca.
En un país en el que el 17% de la población vive con dolor crónico, según la Encuesta Nacional de Salud elaborada por el INE (últimos datos publicados relativos a 2017), con especial prevalencia entre las mujeres en todos los grupos de edad, un dato que respalda el Observatorio Del Dolor, y en el que este tiene especial prevalencia entre las mujeres, programas formativos como éste, desarrollado por la Fundación de Educación para la Salud (FUNDADEPS) con el apoyo del Ministerio de Sanidad, Consumo y Bienestar Social, se convierten en una necesidad básica de urgencia.
Cuando un 68% de las mujeres de España de 15 años o más presenta alguna enfermedad crónica, con especial persistencia de todos ellos en el caso de las mujeres, excepción de la hipertensión (20% en hombres frente a 19,7% en mujeres ) y la diabetes (8,5% en hombres y 7,1% en mujeres) y enfermedad pulmonar obstructiva crónica (3,3% en hombres frente al 3,1% en mujeres), en las que la diferencia es mínima, algo va mal. La Encuesta Nacional de Salud, elaborada por el Instituto Nacional de Estadística (INE), cuyos últimos datos publicados son los relativos a 2017), muestra las siguientes enfermedades con especial afectación en las mujeres: artrosis (23,5%), dolor de espalda crónico lumbar (22,1%), dolor de espalda crónico cervical (20%), alergia crónica (17,2%), varices en las piernas (13,7%) y migraña (12,3%), a las que hay que sumar las 1 de cada 10 mujeres que sufren endometriosis o adenomeosis y las afectadas de fibromialgia, que no contemplan los estudios actuales.
En lo relativo a la salud mental observamos la misma realidad: las mujeres refieren algún problema de salud mental con mayor frecuencia que los hombres, 14,1% de las mujeres frente al 7,2% de los hombres. Entre esta problemática, hay que destacar la ansiedad crónica (9,1% de las mujeres frente al 4,3% de los hombres) y la depresión (9,2% de incidencia en mujeres y 4% en hombres). Esta radiografía en términos de salud, a la que hay que sumar otro dato muy importante: las mujeres suponen el 66% de la población dependiente en España, según la última encuesta de Discapacidad, Autonomía Personal y Situaciones de Dependencia de 2008, deja claro que las mujeres somos un grupo vulnerable en términos de salud por nuestro género y que necesitamos urgentemente más investigaciones y formación con perspectiva de género en lo relativo a la medicina.
Si la medicina no se adapta a los problemas de salud de las mujeres inherentes por nuestro género y seguimos sin contar con suficiente investigación específica en este ámbito, necesitamos YA mujeres formadas (el conocimiento es poder, como bien demuestra la prestigiosa Mary Beard en su libro Mujeres y Poder) con las máximas herramientas para gestionar su propia salud y cuidar la autopercepción de la misma y es ahí donde resulta fundamental el programa MIAS, que empodera a mujeres en situaciones de vulnerabilidad, crea líderes promotoras de salud, impulsa y promueve el avance en el bienestar de la mujer y su propio desarrollo social, hace especial hincapié en la necesidad de visibilizar la salud de las mujeres de forma integral y teje nuevas redes entre ellas, en este caso, entre las 75 participantes de esta edición.
Este programa no ha parado de darme más razones para reforzar mi labor de activismo y sensibilización social la discriminación que padecemos también en términos de salud por el hecho de ser mujeres y que se ve condicionada por factores biológicos, psicológicos, sociales, culturales, medioambientales… No podemos cansarnos de reclamar, como bien nos recuerda la experta Carme Valls, investigaciones de salud diferenciadas por sexo y género, que se trabaje con ratones hembra en los estudios de investigación. Ella incide en que solo el 16% de los estudios mencionan el sexo y el género, cuando hemos visto que se tornan como un condicionante de salud brutal.
Mientras que en los hombres la primera causa de mortalidad es el cáncer, en las mujeres es la cardiopatía isquémica y el accidente vascular celular. Y es que los trabajos de investigación en enfermedades cardiovasculares se centran solo en el hombre. Bernardine Healy fue pionera en denunciar esta diferencia en el tratamiento cardíaco entre hombres y mujeres. No se ha estudiado el peso de la terapia hormonal a la que nos someten prácticamente de por vida ante problemas como la amenorrea, la fibromialgia, la endometriosis, las alteraciones tiroideas… En el caso de las mujeres, se medicalizan los problemas de salud en lugar de proporcionar una buena atención médica. Todo ello se pone de manifiesto en su libro Mujeres invisibles para la medicina (Capitán Swing, 2020).
Además, Valls subraya cómo los efectos tóxicos medioambientales afectan más a las mujeres que a los hombres, situándose el cuerpo del muer como un “bioacumulador químico”. Aquí entran en juego todos los factores disruptivos endocrinos de los plásticos, las prácticas de cultivo y ganadería…, que en las mujeres dan paso –y así lo demuestran estudios pioneros– a endometriosis, cáncer de mama, diabetes, esterilidad… Ello pone de manifiestpo que hay una inferiorización de la morbilidad no interiorizada en la enseñanza de la medicina. Además, que sea frecuente normalizar la desigualdad no implica que no debamos luchar para cambiarlo y contar con una asistencia sanitaria justa y adaptada a las peculiaridades de nuestro género.
Valls demanda ciencia de la diferencia y la farmacocinética y una actualización de los planes de estudio en medicina que contemple una mejora en la innovación de las investigaciones por sexo y género; yo, más visibilización para todas estas desigualdades, algo que solo puede conseguirse si estamos formadas en ello y, en este aspecto, el programa MIAS juega un papel crucial.
Así, podemos ver que, aunque la Ley Orgánica de igualdad 3/2007 del 22 de marzo asegure la “igualdad efectiva de mujeres y hombres en todos los aspectos de la medicina”, esto no es real. La ley nos protege, pero la medicina no nos estudia. Y hemos de repetirlo cuantas veces sean necesarias, de ahí (de nuevo) la importancia de programas como MIAS que nos hacen ver los distintos condicionantes que influyen en nuestra salud, aunque muchos puedan pasarnos desapercibidos a simple vista, que nos empoderan para ser mujeres inconformistas, expertas sobre su propia salud y sus condicionantes y que se mantienen vigilantes, señalando las desigualdades y que no toleran las diferencias en el trato médico simplemente por nuestro género.
Estoy convencida de que la acción de cada MIAS –75 en la presente edición– en su propio entorno forjará un pequeño gran cambio. Solo a través de la suma de muchas de estas acciones logramos que las civilizaciones avancen. Avanzar nosotras, repoblar el mundo poco a poco haciendo realidad interseccionalidad de género en la medicina. En sí, hacer nuestro entorno y nuestro día a día más saludable para nosotras, mujeres.
Fuentes de extracción de datos:
- Encuesta Nacional de Salud, elaborada bianualmente por el INE (última publicada: 2017)
- Ministerio de Sanidad, Consumo y Bienestar Social (2021). Informe Anual del Sistema Nacional de Salud 2019.
- Estudio de EAPN “La desigualdad en la Salud”
- Estudio “El dolor en la enfermedad crónica desde la perspectiva de los pacientes”, de la Plataforma de Asociaciones de Pacientes y Sociedad Española de Dolor.
- Estudio Mujer, Discapacidad y enfermedad crónica, de la Plataforma de Asociaciones de Pacientes.
- Encuesta de Discapacidad, Autonomía Personal y Situaciones de Dependencia (2008).
- Encuesta “El Empleo de las Personas con Discapacidad” (2016)
- Conferencia Carme Valls para la Escuela de Feminismo de la Diputación de Jaén.