Siempre como si hubiera sido ayer:
las mechas que no verá la abuela,
no tener ropa negra a los 15 años,
los ay, su niña de los demás.
Todos me miraban
mientras yo acontecía al fin del mundo.
Mamá se moría por dentro.
Luego fue otra.
La madrina enloquecía y fumaba;
papá lloraba como no lo habíamos visto llorar jamás.
Hoy nos escribimos por WhatsApp.
No fue ayer pero lo parece.
Para mí es un poco el fin del mundo.
Mamá sigue siendo otra.
Nos apañamos como podemos.
(Inédito)