Foto de Violeta Nicolás
Los moratones y las cicatrices son sólo marcas.
Se ven. Se reconocen.
La gente es capaz de intuir
si aquello o lo otro.
Pero el dolor no,
el dolor es transparente-casi-invisible,
acaso una vibración en el rostro
o una súbita contracción del vientre.
Por eso hay que nombrarlo, decir MI DOLOR,
reivindicar su existencia como parte
de un compromiso con la salud pública,
porque a menudo ni siquiera
los diagnósticos médicos o el amor lo creen.
Por eso cada día cruzo las puertas del metro
y salgo al campo de batalla.
Encaro este pulso entre la normalidad con prisas y el dolor y yo.
Asisto a él como las mujeres acuden cada día a trabajar:
con uñas, con dientes.
Este mi compromiso político:
hacer que corra una suave brisa en los ojos,
que se vea lo que golpea dentro.
MI DOLOR es mi dolor y existe:
existe más que yo.
De El cuadro del dolor (Renacimiento, 2017)